Estas dos esculturas cerámicas exploran la profunda alegoría de los gemelos. Aunque comparten una apariencia y un origen común, las cicatrices que los unen son marcadamente diferentes, representando las diversas formas en que la vida se imprime en cada ser. Sus texturas y marcas individuales revelan la riqueza de sus "corazones" y "almas" distintivamente únicos. Un tributo a la hermandad que celebra cómo la unidad externa puede albergar una diversidad interior, moldeada por las experiencias vitales que los distinguen.

Esta pieza artística evoca un mundo de diversidad, donde la cuerda que rodea su boca es un reflejo de las líneas rectas y predefinidas que tenemos en la vida. La obra explora cómo estas estructuras coexisten con la complejidad de la existencia, sin dominarla. En su interior reside un vacío sagrado. Esta obra es un reflejo de cómo, ante las circunstancias de la vida, los límites se vuelven necesarios. Lejos de aprisionar, estos límites revelan la belleza de nuestra propia naturaleza.

Un portal de barro con el peso de los años, como un corazón que ha amado. Sus volúmenes definen un paso, la frontera entre lo visible y lo que la memoria resguarda. Las texturas, una piel marcada y envejecida, hablan de la erosión del tiempo que moldea el alma. Limen es la quietud justo antes de cruzar. Es la promesa de un espacio donde la memoria aguarda, un portal que se asoma desde el borde del sentir. La obra revela que la erosión del tiempo no solo moldea la forma, sino que también nos muestra el camino hacia lo que el alma resguarda.

Su piel, labrada con paciencia, revela un entramado de texturas que evocan la memoria de un telar ancestral y las huellas del tiempo. En su centro, un cordón poderoso se anuda, un lazo primordial que no aprisiona, sino que define un punto de encuentro, una pausa. Es el eco de una unión esencial, de la fuerza contenida y el vínculo que ata y al mismo tiempo sostiene lo existente. Esta obra invita a la contemplación de lo primario, de lo esencialmente atado a su propia existencia y al universo que lo ha creado. En el Nexus reside la revelación de la forma en que lo antiguo y lo primario se entrelazan, mostrando cómo la erosión y la conexión forjan la belleza en lo que perdura

Esta escultura esférica, modelada con diferentes tipos de arcilla para simbolizar las culturas del mundo, es un homenaje a la unidad. La cuerda que la ciñe simula un ecuador ancestral que trasciende lo físico, conectando todas las existencias y revelando la esencia de un ciclo eterno. A través de las texturas y cicatrices de la arcilla, la obra explora cómo la unión de estos materiales, en su diversidad, revela una verdad profunda. Es una reflexión sobre la interconexión de todo lo existente, celebrando cómo la erosión y el desgaste revelan la belleza de un universo que, a pesar de sus diferencias, comparte un mismo origen

Dos esferas se elevan, unidas por el abrazo firme de una cuerda. En su piel, la arcilla desnuda las huellas del tiempo, texturas que narran batallas silenciosas y quietudes profundas. No son grietas, sino marcas de lo resistido. Esta obra es el eco de una capacidad inquebrantable de resistir. Nos recuerda que la erosión no destruye, sino que revela la belleza que nace de la fortaleza y de la voluntad de existir, a pesar de todo.